Táctica y Estrategia en la empresa y en la vida

En el contexto empresarial es muy interesante y conveniente disponer de un plan estratégico en el que se reflejen los aspectos que van a regir la empresa, que describa su misión, su visión, sus valores y objetivos y que en definitiva defina el rumbo que se desea para la empresa.

Siendo como es una herramienta muy útil e importante para los negocios, debe enfatizarse en la conveniencia a su vez de disponer de un plan táctico, para que la estrategia se pueda llevar a cabo. La estrategia es el camino que vamos a tomar para llegar a nuestro objetivo; la táctica son los pasos que van a construir muestro camino.

Hace unos días me preguntaba un emprendedor por la diferencia entre ambas y se me vino a la mente una poesía maravillosa del escritor urugüayo Mario Benedeti,  “Táctica y Estrategia”:

 

Mi táctica es mirarte

Aprender  como sos, quererte como sos,

Mi táctica es hablarte y escucharte,

Construir con palabras un puente indestructible.

Mi táctica es ser franco

Y saber que sos franca,

Y que no nos vendamos simulacros.

Para que entre los dos no haya telón ni abismos.

Mi estrategia es en cambio

Más profunda y más simple,

Mi estrategia es que un día cualquiera

No sé cómo ni sé con que pretexto,

Tú por fin me necesites.

Sólo hay que poner en mente a un cliente, en lugar de a la persona de la que estamos enamorados, para poder apreciar la diferencia entre lo que se refiere a táctica y a estrategia en las empresas.

Esto es, táctica es mirar, observar al cliente, aprender cómo es; hablar y escuchar a nuestro cliente, saber que quiere y necesita; establecer una base de comunicación, bidireccional; es ser sincero y no engañarlo, ser transparente.

La estrategia es llegar a los clientes, saber que los tenemos y que podemos contar con ellos, porque vamos a ser capaces –con nuestra táctica- de conseguir nuestro objetivo: hacer algo que les guste o necesiten y poder mantenerlo en el tiempo.

Y todo esto,  ¿para qué? Pues para dar sentido a nuestra idea empresarial: ser conscientes de que hacemos algo que alguien necesita o le gusta, y por lo que va a estar dispuesto a pagar por ello. Y esto de forma contínua, para que pueda existir continuidad en la propia empresa.

La poesía no está tan lejos del mundo de la empresa, al fin y al cabo.